Carne y combustibles impulsan una nueva ola inflacionaria

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Es por las últimas subas. El gobierno eliminó los controles de precios, igualó el mercado interno al del exterior y ratificó que no intervendrá. Pero esos dos sectores son estratégicos: la carne, por su peso en la canasta de consumo, y los combustibles porque influyen en el conjunto de la economía nacional.

El próximo jueves, el Indec dará a conocer la inflación de diciembre y la de todo 2023. El dato del último mes del año estará impactado por la carrera de precios que se largó con la devaluación del 12 de diciembre y la decisión del gobierno de levantar todo tipo de control a las empresas formadoras de precios.

Desde ese momento, los aumentos han sido generales. Pero hay algunos incrementos que afectan más que otros. El de la carne es uno de ellos por su impacto en el bolsillo y en las propias estadísticas del Indec, ya que tiene un peso del 5% en el total del índice de Precios al Consumidor. El mismo día de la devaluación, el precio del ganado en pie subió casi un 50 por ciento.

Entre las decisiones del gobierno está el DNU 70/23 que impuso en materia de exportaciones, entre otras cosas, que el gobierno “no podrá establecer prohibiciones ni restricciones a las exportaciones o importaciones por motivos económicos” y que solo se podrán realizar por ley.

En forma complementaria, a través del Senasa, se habilitó la exportación de siete cortes populares tras finalizar la vigencia del DNU 911/2021. Y la misma normativa también permite a los frigoríficos vender al mundo reses enteras y medias reses, cuartos delanteros y traseros con hueso, y cuartos delanteros incompletos con hueso y reses incompletas con hueso.

La apertura motivó a un operador del mercado, como el titular de la Asociación de Propietarios de Carnicerías de la Ciudad de Buenos Aires, Alberto Williams, a proyectar la posibilidad de que el kilo de carne pase a costar $ 20 mil dentro de pocos días, si se concreta la asociación del precio local con el internacional.

Otros referentes, como Juan Schiaritti, titular de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados (Ciccra), plantearon un enfoque distinto, descartando el escenario del kilo a $ 20 mil pesos y depositando expectativas positivas ante el panorama que se abre para el sector con la política del nuevo gobierno.

La Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (Camya) destacó la baja de precios de los últimos días como una señal de que el mercado, más allá de la presión del ajuste, se puede encaminar hacia el equilibrio.

En el medio de todo esto, el gobierno ratificó su decisión de no intervenir para controlar las continuas remarcaciones y la caída constante del poder adquisitivo del salario, las jubilaciones y pensiones y las asignaciones sociales.

La misma decisión corre para los aumentos de los precios de los combustibles por parte de las compañías petroleras, que en un mes prácticamente se duplicaron, camino a la misma meta de la paridad de los precios locales y de los precios internacionales.

Los aumentos de estas compañías, que además fueron beneficiadas por la eliminación de los derechos de exportación, irán a parar directamente a los precios minoristas, como consecuencia del encarecimiento de los costos del transporte (ver recuadro).

Por los cielos

El primero que declaró que la política del gobierno de liberar los precios podía empujar el kilo de carne a un valor de entre $ 20 mil y $ 25 mil fue Eduardo Buzzi, dirigente de la Federación Agraria Argentina (FAA), a principios de diciembre, antes de la asunción de Milei.

Buzzi, que en 2008 integró la Mesa de Enlace de las patronales rurales como presidente de la FAA durante el conflicto por la Resolución 125, alertó en ese momento que el proyecto desregulador de Milei de poner a los privados a ordenar la economía y reducir las facultades de control del Estado suponía una verdadera amenaza para los consumidores.

Esta semana Williams, de las carnicerías porteñas, retomó la idea desde la perspectiva de los propietarios de carnicerías de la Ciudad de Buenos Aires, que son una parte de la cadena de valor y conocen los intereses que se ponen en juego alrededor de la renta que genera el preciado alimento.

El dirigente avisó que en el nuevo marco no está a la altura de poder adquisitivo, pero no vio un escenario a la baja, en sintonía con el interés de la demanda local. En cambio, vaticinó que en el mercado “nadie va a querer vender a valores locales”, un horizonte sombrío para el consumo de los argentinos.

También apuntó contra el rol del gobierno, que se pone al frente de una liberación a gran escala sin acompañar el proceso con políticas de ingreso, desentendiéndose de la demanda interna: «Si se piensan que un jubilado, con $ 100 mil pesos, puede comprar carne con los números que se manejan, estamos en la lona», dijo.

El debate creció con la participación de Schiaritti, de los frigoríficos, quien acusó a Buzzi y a Williams de instalar la hipótesis del kilo a $ 20 mil y le bajó los decibeles al pronóstico de conflicto social.

En diálogo con Tiempo, consideró que «es imposible que se internacionalice el precio”, porque los siete cortes que se habilitaron, que implican el 30% de la media res, no coinciden con el tipo de carne que compran los principales clientes mundiales del producto argentino.

Schiaritti explicó que el 80% de las exportaciones son a China, país que compra principalmente cortes de “vaca vieja” o novillos de hasta 600 kilos. El resto de la torta se divide entre la Cuota Hilton, la Unión Europea, la Cuota 481, Estados Unidos e Israel.

«Lo que se comercializa en el mercado interno son novillitos, vaquillonas y lo que se exporta es vaca vieja y novillos grandes; es decir, no es carne que comamos en el mercado interno”, remarcó.

Otras razones

Schiaritti definió el vaticinio de Buzzi y Williams sobre el posible impacto de las exportaciones como “kirchnerismo puro”, pero reconoció hay otros factores que van a pegar en los precios en el transcurso del año y de cara a 2025.

“Los que están con ganas de analizar tendrían que decir que va a caer la producción de carnes, porque la sequía impactó en la alimentación de las vacas y en los niveles de preñez, así que vamos a tener entre 1.300.000 y 1.500.000 terneros menos».

El titular de Ciccra agregó que por las mismas razones la faena de hembras fue un 4% mayor, algo que se suma a la mortandad de vacas por la sequía y por incendios forestales. En ese cuadro, calculó, la producción de carne este año será 10% menor y la oferta va a caer, impactando de lleno en los precios.

Pero, con la experiencia reciente como referencia, Schiaritti cree que la situación económica actual y el estado de la demanda van a actuar nuevamente como una fuerza equilibradora: “En diciembre no se notó porque estuvieron el plan ‘platita’ y los aguinaldos, pero en enero esos ingresos no van a estar en los bolsillos. Que me explique Williams por qué van a aumentar la carne a $ 20 mil por kilo. No tiene ni pies ni cabeza”, concluyó.

Pero no sólo de lógica vive el analista, en un país donde la especulación generalizada del empresariado, disimulada como “expectativa”, tiene un rol tan preponderante a la hora de la formación de los precios y, en definitiva, en el juego de la puja distributiva.

En pocas palabras, la falta de razones para que los precios suban no asegura que los precios no van a subir.

Las pruebas se amontonaron a la vista de toda la sociedad en los últimos diez años, a la par de los esfuerzos y recursos que desplegaron las empresas para despegarse de toda responsabilidad y también de la permanente, muchas veces sospechosa y ocasionalmente cómplice ineficacia de las administraciones públicas para aplicar la ley en representación de los ciudadanos de a pie.

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