En Aldea San Antonio, departamento de Gualeguaychú, el pejotismo entrerriano prometía congreso, casi asamblea refundacional. Terminaron en una mesa cada vez más chica, donde la puesta en escena pesa más que la política. De “congreso” pasaron a “encuentro”, de encuentro a “liga ampliada”, y ahora a esta versión mínima donde hasta hubo que aclarar quiénes se excusaban de ir.

El documento habla de “ideas renovadas, federalismo y diálogo para la etapa que viene”. Palabras prolijas, foto cuidada y firma colectiva. Pero la realidad es otra: en Paraná perdieron por más de 20 puntos, una paliza que no fue un accidente meteorológico, sino el resultado de años de prepotencia política, favores cruzados y un sistema de premios internos desconectado de la sociedad. El castigo no fue a un partido abstracto: fue, con nombre y apellido, a la forma de hacer política que encarnó Michel en la capital y en la provincia.

Mientras el texto oficial promete “federalismo” y “diálogo”, la práctica es la misma de siempre: la misma mesa, las mismas caras, la misma falsa autocrítica. El diagnóstico se repite como letanía –“tenemos que revisar errores”, “volver al territorio”, “escuchar a la gente”– pero nadie pone sobre la mesa ni los decretos, ni las cajas, ni los contratos, ni las listas cerradas que los trajeron hasta acá.

La dirigencia se sigue mirando el ombligo en la provincia donde el peronismo perdió ciudades históricas, y en la propia Paraná, símbolo del derrumbe, se comportan como si el problema fuera de “comunicación” y no de poder, negocios y complicidades. Hablan de futuro, pero el reparto de sillas es el de siempre.

Si la película sigue así, la famosa “liga ampliada” va a terminar siendo un partido de truco entre mentirosos, con mesa cuadrada reservada para los tres que van a quedar: Romero, Bahl y Michel, discutiendo en voz baja cómo maquillar la próxima derrota mientras juran que ahora sí entendieron el mensaje de las urnas.

Fuente: La Caldera

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