Díaz Chaves: La marioneta de 200 votos que quieren imponer
La intendenta de Paraná, Rosario Romero, no está pensando en el arbolito de Navidad ni en el bache de la esquina. Está jugando su último cartucho grande: llegar como “jefa” del peronismo entrerriano a la pelea por la gobernación de 2027. Y como sabe que sin partido no hay candidatura que aguante, ahora va por lo único que todavía no terminó de domesticar: la conducción formal del PJ.
El problema es que la realidad es terca: el presidente del PJ se llama José Cáceres, la vicepresidenta es Carina Domínguez y el Consejo Provincial no es –al menos en los papeles– la oficina privada de Romero y Guillermo Michel. Así que hay que “ordenar”.
Cáceres enfermo, licencias eternas y la pesadilla llamada Carina Domínguez
Cáceres alega enfermedad, pide licencias, aparece y desaparece del mapa partidario como si el PJ fuera un locutorio de los ’90. Cada vez que se corre un poquito, la línea sucesoria dice algo muy simple: quien debe quedar a cargo es Carina Domínguez.
Ahí empieza el drama. Porque Domínguez no es una figura decorativa: tiene sindicato, trayectoria y carácter. Y además una desgracia imperdonable para el romerismo: no obedece sin preguntar.
En vez de aceptar lo que marca la Carta Orgánica –que la vice reemplace al presidente cuando el presidente no está–, la mesa chica se puso creativa: ¿y si directamente la corremos a ella? ¿Y de paso a cualquier otro que no esté dispuesto a aplaudir en ronda?
El Consejo Provincial jugando a “tribunal” sin tener martillo
Para que el plan cierre, hace falta un detalle: transformar al Consejo Provincial del PJ en algo que nunca fue. El Consejo tiene facultades disciplinarias sobre SUS MIEMBROS, para mantener el orden interno del órgano, no para andar destituyendo autoridades electas ni afiliados a piacere. Para eso, en cualquier partido mínimamente serio, existen el Tribunal de Disciplina y el Congreso partidario.
Pero Romero y Michel necesitan otra cosa: un pequeño pelotón de fusilamiento interno que funcione a decreto y sin demasiados papeles. Entonces se fuerza la máquina: se habla de “sanciones”, de “conductas graves”, de “inconductas partidarias”, como si estuviesen juzgando a Videla en el Juicio a las Juntas, cuando en realidad lo que hay son dirigentes molestos que osan pensar diferente o competir por afuera.
Entra en escena el intendente de los 200 votos
En este clima aparece la figura estelar de la comedia: Mauro Díaz Chávez. Intendente de 200 votos, especialista en perder por 45 puntos, convertido de la noche a la mañana en el gran candidato a presidente de facto del PJ.
Lo quieren vender como “renovación” y “recambio generacional”, pero los números no mienten: si la conducción del peronismo entrerriano fuera por promedio de votos propios, Mauro presidiría, con suerte, el centro de estudiantes de su cuadra. Y sin mayoría.
Pero para Romero y Michel es perfecto: un presidente de bolsillo, dócil, disciplinado, que firmaría sin pestañear lo que le bajen desde Paraná. El PJ convertido en sucursal de la intendencia y de la AFIP política de Michel.
Carina y Gaillard, el obstáculo a erradicar
Para que el intendente de los 200 votos llegue al sillón, hay que despejar el camino. Primero, evitando que Domínguez asuma cuando Cáceres se borra por licencia. Después, corriendo también a quienes no cierran con el relato de “unidad” entendida como “todos detrás de Rosario y de su candidato bendito”.
Y ahí aparece otra pieza a eliminar: Carolina Gaillard, con voz propia, historia y vínculos afuera del corral que Romero quiere armar. Sobran excusas, faltan escrúpulos.
La operación es burda: un Consejo que solo tiene facultades disciplinarias internas, intentando disfrazarse de tribunal supremo partidario para hacer lo que no puede hacer: remover, disciplinar, amedrentar y reescribir la conducción a medida de un proyecto personal.
De partido político a cementerio con portero
El resultado es una postal tristísima: un PJ que alguna vez discutió modelos de provincia, reducido a un Consejo que quiere ser comisaría, un Tribunal de Disciplina que mira para otro lado y una dirigencia que aplaude mientras van cerrando la puerta del cementerio con candado.
Afuera, miles de afiliados que alguna vez creyeron en la palabra “movimiento nacional y popular”. Adentro, una casta de escribas que sueña con un esquema perfecto:
un presidente formal enfermo y ausente,
una vicepresidenta incómoda a la que quieren borrar con maniobras,
un intendente derrotado por paliza elevado a conductor,
y una candidata a gobernadora que confunde “unidad” con “obediencia debida”.
Presidente de facto, partido de ficción
Si la jugada les sale, el PJ entrerriano tendrá lo peor de los dos mundos:
un presidente de facto con 200 votos propios y una conducción real concentrada en dos o tres nombres que hace rato confundieron partido con propiedad privada.
Si les sale mal, el conflicto terminará donde siempre terminan estas cosas: en la Justicia Electoral, en los medios, en la calle. Con el PJ otra vez discutiendo expulsiones, sanciones y cargos, mientras la gente común –esa que ya no distingue un congreso partidario de una liquidación por cierre– sigue viendo lo mismo de siempre: dirigentes peleándose por la lapicera en una provincia con salarios de hambre y una pobreza que no se resuelve con comunicados disciplinarios.
Que el peronismo entrerriano esté discutiendo si el presidente de un millón de afiliados puede ser el intendente de los 200 votos dice bastante más del estado del partido que de sus enemigos. Los de afuera, esta vez, solo tienen que sentarse a mirar. Los goles en contra se los están haciendo solos.
Fuente: La Caldera






Mientras borren a upcn del partido, está todo bien. Y a Gaillard también fuera estoy con Michel hasta la muerte.